jueves, julio 20, 2006

Noches de Bull

Hay lugares que invitan a perderse, entre ellos el Bulldog Café. Todos los que hemos ido tenemos una lista de historias interminables, increibles e inovidables o ¿no?

Salí con el hombre que el destino me había regalado, un wey que por más de 2 meses se topaba en mi camino, hasta que yo me topé en el suyo. Eramos excelentes amigos, pero esa noche el vodka en mi y el whiskey en él, nos hizo más accesibles... ja, ja, ja. Fue sensacional, cuando empezó abrazarme de manera diferente y a besarme el cuello, nuestra historia cambió. Mientras yo me contorsionaba hacia atrás para que no besara mi boca, porque una vez que eso sucede, ya valí. Duramos un buen rato jugando, no olvidaré jamás lo que me dijo: ¡que templanza! No quería ceder, aunque me encantaba. Hasta que nos fuimos a uno de esos tantos lugares donde te puedes besar y acariciar, sin que sus amigos nos vieran, esos espacios donde puedes sentirte y sentirlo con un buen rock de fondo. ¡¡¡Poca madre!!! Lo malo es que eso empezó muy tarde y salimos del Bull como a las 7:00 am del sábado. Cirulabamos por Insurgentes en su coche sin soltarnos de las manos. La sensación de placer era inmensa.

Lo obvio era tener ondas, pero la luz de la mañana y una llamada telefónica, lo hecho todo a perder. Me encanta que los hombre planeen todo... él sabía que esa noche podría ceder e iba preparado, pues cuando buscaba las llaves para entrar al depto, de su bagpack cayeron dos cajas de condones. :D

Fue una intensa noche, igual que los temas y los comentarios. Ambos desbordadamos pasión y deseo. Era obvio, durante meses nos hicimos weyes, hasta que las cenas o los cafés se cambiaron por el vodka y el whiskey.

Aún recuerdo su olor, me volvía loca.... y lo volví a ver el martes en uno de esos encuentros fugaces que el destino me regalaba con él. Y volví a recordar su olor... y volví a desearlo. Por que sólo con él pierdo el equilibrio.

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